martes, 5 de agosto de 2014

LICENCIA SOCIAL Y CONFLICTO MINERO Conga Quellaveco


LICENCIA SOCIAL Y CONFLICTO MINERO.
Conga Quellaveco
 S.M. Alejandra Manrique Milla*

         Introducción.
            “El Perú es un país minero”, se propaga en los medios de comunicación, su pasado precolombino lo confirma y la importancia de la actividad minera en la economía lo ratifica. Los minerales son el producto de mayor exportación en el país y el impuesto minero el recurso económico de mayor contribución fiscal para el Estado peruano, representando ¼ de las transferencias entre gobiernos central, regional, provincial y distrital en el año 2012. Pero “El Perú es un país minero”, principalmente, a causa de la polémica constante, producida a causa de los numerosos y violentos conflictos mineros que explotan a lo largo y ancho del territorio peruano. La problemática minera no es solamente un tema de actualidad, ni uno de los tanto mecanismos económicos que la población en general ignora, sino que se inmiscuye en la vida pública, creando debate, indignación o simplemente forjando opiniones. Solamente durante el mes de abril (de ese año) la Defensoría de Pueblo registra 229 conflictos sociales, 112 de ellos ligados a la actividad minera. 
            El Perú posee grandes reservas minerales, cuya explotación depende de la rentabilidad de la inversión minera, que a su vez se deduce directamente de los precios internacionales de los minerales. Desde los años 90, se han llevado a cabo   una serie de reformas destinadas a facilitar la inversión minera y  mitigar los impactos negativos de la actividad minera (De Echave, 2009). Sin embargo, esas reformas no evitan la multiplicación de conflictos sociales en torno a la actividad minera: el conflicto minero. A lo largo del territorio, actores locales, regionales, nacionales, y extranjeros se confrontan de manera permanente en un conflicto que no se resuelve sino se transforma de acuerdo a una variada escala de intensidades que va de la violencia directa a la coexistencia pacífica. Comunidades campesinas, frentes de defensa y otras colectividades se encuentran cara a cara con trabajadores y expertos de la empresa minera, así como representantes del Estado a nivel  nacional, regional o local.
            En Cajamarca, -una región al norte del Perú-, el 31 de mayo del año 2012, el desplazamiento de poblaciones rurales, con el apoyo del Gobierno Regional, hacia la ciudad de Cajamarca, en una manifestación contra el proyecto minero Conga de la empresa minera Yanacocha, marcó el comienzo de una huelga regional que dio envergadura nacional a un conflicto antes considerado como local. Por primera vez en el Perú toda una región, incluyendo el presidente regional, se muestra contra un proyecto minero. El conflicto Conga tendrá repercusiones a escala nacional pero también internacional. Manifestaciones de “solidaridad” en favor de la lucha contra la actividad minera se pondrán en marcha en Lima y Puno. Paralelamente, el 20 y 21 de julio grupos organizados se movilizan delante de las embajadas de Perú en Madrid, Paris, New York, Hamburgo, Bruselas y Estocolmo para participar a la lucha ecológica contra Conga, bajo el logo de la “bandera ecológica”.
         El debate crea polémica en la esfera pública, los políticos no tardan en tomar posición y el Primer Ministro cesa en  sus funciones. Los argumentos ecológicos, financieros y políticos se confrontan y las opiniones se polarizan. El debate sobre el conflicto minero se reduce a una oposición entre intereses económicos de la Nación y la defensa del medio ambiente en Cajamarca. El conflicto deja 5 manifestantes muertos y numerosos heridos; por otra parte el dialogo es difícil de establecer, los trabajos de explotación se paralizan y los discursos se radicalizan. Es así cómo el caso del conflicto “Conga” se vuelve un ejemplo tipo, ilustrado en numerosos análisis del conflicto minero en América Latina, sobre la importancia que puede alcanzar un conflicto minero y los efectos de una firme oposición local sobre la ejecución del proyecto minero.
            Mientras tanto, en Moquegua, -una región al sur del Perú-, en agosto del año 2012 se firman acuerdos para dar fin a las manifestaciones contra el proyecto Quellaveco. El 3 de junio del 2010 una huelga general en la región impide, el inicio de los trabajos de explotación del proyecto Quellaveco de la empresa Anglo American que busca instalarse en la región desde el 2000. En enero del 2011, se establece una “mesa de diálogo” para discutir  el proyecto, entre la Empresa minera, el Estado y la Sociedad Civil. La firma de acuerdos en agosto 2012 es una de las raras experiencias exitosas de dialogo a través del cual ha sido posible solucionar un conflicto minero en el Perú. A partir de esa experiencia la “mesade dialogo” se vuelve un modelo de gestión del conflicto minero. Días después de los acuerdos, “Perueconómico.com” sostiene que Moquegua es una región de bajo riesgo país, pues el gobierno regional ha sabido resolver el conflicto a través de la mesa de diálogo, respetando las leyes del país y  la inversión privada.
            La simultaneidad dada entre los acuerdos en Moquegua y el rechazo al dialogo en Cajamarca hace propicia la comparación entre estos dos casos. La Oficina Nacional de Dialogo y Sostenibilidad (ONDS) de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) hace referencia a la presencia de poblaciones agrícolas, rurales y pobres. Los agricultores serían los más afectados, su actividad económica se vería directamente afectada por los riesgos de contaminación de las aguas y de las tierras. Además, la pequeña agricultura en el Perú (minifundios) se caracteriza por la situación de pobreza o de extrema pobreza, por otra parte los agricultores son poco calificados y no intervienen en la explotación minera sino en trabajos precarios y pesados. Los movimientos contra la actividad minera se forman a iniciativa de estos últimos y en defensa del medio ambiente. Estos parámetros servirían para explicar entonces la fuerte oposición contra el proyecto minero Conga y bloqueo de negociaciones en Cajamarca, así como el acuerdo en Moquegua.
            Cajamarca es una región atravesada por los andes al oeste y centro, colindante con la ceja de selva al este. Se trata de una región históricamente agrícola y rural, el último censo en 2007 muestra que en Cajamarca 68% de la población vive en zona rural. Según el INIE, en 1990, el 45% de la población regional vivía de la agricultura, la caza y la silvicultura. En 2012, esta misma actividad productiva pasa a representar solo 21% de la producción regional, mientras que la actividad minera toma la delantera especialmente desde la llegada de la empresa minera Yanacocha a la región, en 1993. La actividad minera en Cajamarca representa, en 2012, 17.95% de la inversión en proyectos mineros en el país, tomando el segundo lugar en la lista de regiones hacia donde se destina la inversión minera. La empresa Yanacocha S.R.L es la mas grande detentadora  de concesiones mineras en el Perú, siendo las concesiones autorizaciones concedidas por el Estado para la explotación del subsuelo. Finalmente, esta empresa tiene uno de los proyectos más grandes en América Latina, con una inversión de 4800 millones de dólares: El proyecto Conga.
          En la región de Cajamarca hay una fuerte actividad minera, fue motor de crecimiento económico entre 1998 y 2005 cuando su aporte al PBI no descendía de 15% y podría serlo de nuevo con el proyecto Conga. Pero, si bien las cifras muestran los beneficios que obtiene el país de la actividad minera en Cajamarca, los beneficios del crecimiento económico llega con dificultad a hacerse sentir a nivel de la región. Los índices de crecimiento económico y de pobreza siguen muy por debajo del promedio nacional en Cajamarca. En 2011, en su reporte técnico sobre la pobreza, el INEI reagrupa las 24 regiones del Perú en 5 grupos según sus porcentajes de pobreza. La región de Cajamarca integra el primer grupo, con otras 4 regiones, que muestran los índices más elevados de pobreza, en las cuales más de la mitad de la población es considerada como pobre. La producción agrícola se estanca y se abre difícilmente a los mercados nacionales o internacionales, con la excepción de algunas cooperativas como la Granja Porcón.
            Por su parte, Moquegua es una región al sur del Perú que se encuentra igualmente en una zona andina y es de tradición agrícola. El 17.4% de la población de Moquegua trabaja en agricultura, mientras que el promedio nacional es de 12.6%. Se trata de una tasa, como en Cajamarca, que tiene tendencia a disminuir ya que en 2001 19% de la población trabajaba en agricultura. La principal ocupación de la población es, a pesar de esto último, pero esta región es también una región minera. Moquegua es el cuarto destino de la inversión minera, con el 13.11%de la inversión en proyectos mineros en el Perú. La Gran explotación minera en Moquegua comienza en los años 70 con la empresa Southern Perú Copper Corporation. En 1992 la empresa minera Anglo American adquiere el campo minero Quellaveco con el objetivo de explotar la zona con un método de tajo abierto, así como Conga, en un proyecto que durará 29 años y una inversión entre 2 500 y 3 000millones de soles?: el proyecto Quellaveco.
            Sin embargo, el mismo informe que coloca a Cajamarca como una de las regiones con las tasas de pobreza más elevadas en el Perú, posiciona a Moquegua como una de las regiones menos pobres, con solo 15.7% de la población en situación de pobreza. El PNUD, en su reporte para el Desarrollo Humano en el Perú, pone a Moquegua en segundo lugar en la clasificación de las regiones por IDH. El Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico presenta a la región como la cuarta región menos pobre en términos de pobreza multidimensional, cuando Cajamarca ocupa el penúltimo sitio entre 25 regiones.
            Es en base a esto que la intensidad del conflicto minero en las dos regiones está directamente asociada a la pobreza. No obstante, lo veremos a lo largo de esta tesis, las diferencias entre las regiones son numerosas. Del lado de la Sociedad Civil, el tejido organizacional en Cajamarca se construye desde los años 70s con los “ronderos”, mientras que en Moquegua este tejido se crea o se fortifica en estos últimos diez años, especialmente después del “moqueguazo”, una manifestación general de la región por la disputa de la redistribución del impuesto minero en las empresas mineras de la región. Aparte, la empresa Anglo American en Moquegua, sin ningún otro proyecto en la región, no carga con la pesada herencia histórica de Yanacochaque está implantada en Cajamarca desde 1993. Finalmente, los presidentes regionales de Cajamarca y Moquegua no siguen el mismo alineamiento político, ni la misma relación con el Estado central, el presidente de Cajamarca siendo miembro de un partido de izquierda. Estas diferencias son esenciales, algunas más que otras, para explicar la magnitud del conflicto minero en las regiones,  el acuerdo en una región y no en la otra. Pero el objetivo de esta tesis no es comparar el conflicto minero en las dos regiones, sino de tener en cuenta estas diferencias y similitudes, para analizar el juego de los actores en un nuevo campo de acción política: las regiones.
            En efecto, el interés de un análisis de las dos regiones reposa, más que sobre la oposición, en apariencia, en la gestión del conflicto minero, sobre el hecho de que podamos hablar en este punto de un conflicto minero a nivel regional. Los conflictos mineros Conga y Quellaveco son los dos únicos casos, en la historia del conflicto minero en el Perú, en los cuales el conflicto minero se desarrolla en la esfera regional en su conjunto y ya no solo a nivel de las colectividades locales. Es entonces en un contexto de descentralización, en circunstancias en que las regiones se construyen, desde el 2004, en que tiene lugar un  nuevo campo de acción política.
            En el año 2002, el gobierno peruano lanza un proceso de descentralización con la idea de fomentar la participación local entregando a las autoridades regionales  medios y recursos para su administración y aplicación al desarrollo regional. La novedad de esta reforma reposa en el hecho que los departamentos tomando el apelativo de regiones eligen a sus autoridades y representantes en un sistema de elección directa a partir del año en 2004, cuando la creación de los gobiernos regionales. Cabe anotar que anteriormente los departamentos no tenían un representante político elegido democráticamente, un alcalde departamental, por ejemplo. La elección de las autoridades estaba restringida al nivel local, esto es, a la de los alcaldes municipales provinciales y distritales.  Paralelamente, la reforma de Estado apuesta por un proceso que complemente democracia representativa y participativa. Las arenas del escenario a cual concurren los actores en el proceso de participación se multiplican y se reproducen a todos los niveles del Estado: central, regional, provincial y distrital, sobre la base de experiencias participativas pasadas, en su mayoría informales y a escala local. Los mecanismos participativos se institucionalizan en tres modelos: el Consejo de Coordinación Regional o Local, el Presupuesto Participativo y las Audiencias Públicas.
            Esta reforma se implementa bajo las recomendaciones y el acompañamiento del PNUD. El inicio del proceso se hará, lo señala M.I. Remy (2001), de manera precipitada, descoordinada y confusa. El gobierno en vigor buscaba aprovechar el nivel de aprobación elevado alcanzado después de las elecciones presidenciales delaño2001; los pobladores delas regiones se rehúsan después de un referéndum a agruparse; y los alcaldes y presidentes regionales son elegidos antes que la ley que enmarca sus competencias sea votada en el Congreso. A pesar de todos esos desaciertos  la reforma del Estado orientada a su descentralización es acogida con mucho optimismo tanto en las regiones como en los diferentes estamentos del Estado.
            La descentralización en el Perú es pensada como una manera de dar mayor autonomía a las regiones y aliviar la carga del Gobierno Central que se esfuerza en recuperar el retraso del desarrollo social después de la aplicación de un severo programa de ajuste económico  durante los años 90; la guerra civil o época de terrorismo que duró más de 20 años, y la corrupción en el gobierno de Fujimori que debilito las instituciones estatales implementando sistemas de clientelismo. Pero el éxito de la descentralización no depende de la pertinencia de las leyes que la enmarcan, ni de la performance de los mecanismos de participación, sino sobre el aumento espontáneo de los precios internacionales de los minerales. 
         En efecto, entre 2001 y 2011 el precio del cobre se multiplicó por 6, el del oro por 4, el del zinc por 3, el del plomo por 5 y finalmente el precio de la plata se multiplicó por 8.Siendo el Perú el principal productor mundial de plata, el segundo de cobre y zinc, el cuarto de plomo y el sexto el oro, el aumento del valor agregado y los beneficios de las empresas mineras se traduce en un aumento de los presupuestos regionales a través del canon minero y las regalías mineras. El impuesto sobre las empresas mineras es el principal recurso del Estado central pero también de las regiones, las provincias y los distritos, convirtiéndose en símbolo de la descentralización. Las regiones, especialmente las de fuerte actividad minera, asumen nuevas competencias y recursos sin precedentes: sus capacidades de gestión se ponen a prueba.
        De acuerdo a lo previsto en la Constitución…“corresponden a las respectivas circunscripciones, conforme a ley, recibir una participación adecuada del total de los ingresos y rentas obtenidos por el Estado en la explotación de los recursos naturales en cada zona en calidad de canon.”[1]. El canon es el impuesto a la renta de las empresas mineras, que sirve de compensación financiera frente a la explotación de recursos no-renovables. Las regalías, por su lado, no son consideradas como impuestos sino como “una contra-prestación económica que los sujetos de la actividad minera pagan al Estado para la explotación de los recursos minerales metálicos y no-metálicos.”[2]. A diferencia del canon, una especie de IGV para las empresas mineras, las regalías son indexadas sobre los beneficios de las empresas y representan, en 2012, solo el 3% de los recursos redistribuidos a los gobiernos descentralizados, mientras que el canon equivale a un 25% de los recursos.
            El Gobierno Central distribuye 50% del total del canon y regalías a nivel nacional. El Ministerio de Economía y Finanzas decide del total a redistribuir en cada región según la importancia de la actividad minera  y por ende del aporte fiscal de las empresas.
Redistribución del 50% de los recursos fiscales del canon y de las regalías mineras a todas las escalas del Estado descentralizado, base de 100:


[1] Art 77 de la Constitución Política del Perú en vigor desde 1993
[2] Ley N 28258: Ley de Regalía – 2004 (base art 66)


Municipalidades del
Distrito productor
Municipalidades de la Provincia productora
Municipalidades de la Región productora
GobiernoRegional
Universidades
Canon
10%
25%
40%
20%
5%
Regalías
20%
20%
40%
15%
5%


El gobierno regional es la entidad pública descentralizada que recibe la parte más grande de recursos mineros de la región, ocupando el segundo lugar a nivel del Estado, siendo el primero el Gobierno Central. Esta repartición, en apariencia equitativa, da lugar, lo veremos en el caso de la región de Cajamarca, a un incremento de desigualdades al interior de las regiones.
            Las regiones de Cajamarca y Moquegua se encuentran entre las cinco regiones que reciben la mayor cantidad de canon y regalías mineras[1]. La toma de conciencia de los beneficio de la explotación minera, que es percibida como haciéndose a costa de los más pobres, va a traducirse por  una  demanda más grande de “justicia social”. En efecto, las poblaciones dirigen sus preocupaciones a las autoridades locales o a las de nivel regional en el caso de Cajamarca y Moquegua.
            La descentralización hace de los gobiernos regionales la entidad de mayor jerarquía a nivel regional, se trata de una entidad nueva, que tendrá un rol político y económico esencial en el Estado Descentralizado que se proyecta. Además, la descentralización acentúa el sentimiento de identidad de las poblaciones con respecto a las regiones, una suerte de nacionalismo regional. Las poblaciones se movilizan para hacer respetar su “derecho”, en tanto ciudadanos de la nación pero sobre todo en tanto cajamarquinos y moqueguanos, y decidir sobre la explotación de sus tierras.
            Es en este cuadro que constato, durante mi estudio de terreno, que el conflicto minero tanto en Cajamarca como en Moquegua se articula alrededor de una noción interiorizada en la consciencia colectiva pero inexistente en la legislación peruana “la Licencia Social para Operar”.
            En Cajamarca como en Moquegua las movilizaciones reagrupan asociaciones locales, nacionales, regionales, ONGs etc, para convocar huelgas generales en las regiones. La violencia de los conflictos obliga a los presidentes regionales a intervenir en un conflicto que ya es regional. Las autopistas son bloqueadas, las pancartas muestran el rechazo de la población y las empresas mineras paralizan sus proyectos. Las poblaciones regionales hacen valer su supuesto derecho a decidir sobre la ejecución de un proyecto minero y por ende a negar su “licencia social”. De hecho, el conflicto minero puede ser analizado a través de esta noción, las poblaciones hacen valer su “derecho” a una autorización previa para la ejecución de un proyecto, o hacen presión sobre las empresas mineras para la mejora de condiciones de trabajo en la empresa minera, bajo la amenaza de retirar la licencia.
            La noción de Licencia Social no aparece en ninguna parte en la legislación peruana, y la consulta a poblaciones a nivel regional sobre la ejecución de un proyecto minero no está prevista en ningún texto de ley. Sin embargo, la Licencia Social responde a una necesidad real ya que, sin el acuerdo de la población, el conflicto puede traducirse en actos de vandalismo hacia la empresa minera e impedimentos mayores para la explotación, pero sobre todo, el conflicto amenaza la estabilidad política del país. Además, se podría considerar que la noción misma de Licencia Social contesta la soberanía del Gobierno Central peruano ya que este último es, por derecho, el único competente sobre la Gran Minería, y particularmente sobre la viabilidad de los proyectos y para esto no requiere pedir la aprobación de las regiones. Esta es tal vez la causa por la cual la noción de Licencia Social admite numerosas acepciones, lo cual no tardara en aparecer en mis entrevistas.
            Mi estudio de terreno duró 2 meces con un total de 26 entrevistas. Se trata de entrevistas semi-directivas, con una duración de treinta minutos a dos horas, según la disponibilidad y la importancia de mis entrevistados en el conflicto. Mi enfoque del estudio de terreno es no-participativo y la observación mi principal instrumento de análisis. Durante los meces de marzo y abril, recogí en ambas regiones las opiniones de la población, de los diferentes actores en los conflictos, de los representantes de las empresas, de los gobiernos regionales y de la sociedad civil.
            Es durante mi estudio de terreno cuando constato que la noción de Licencia Social es utilizada por todos los actores en el conflicto, independientemente de su posición con respecto al proyecto minero. Las interpretaciones son diversas y ocultan todas, alguna estrategia. La Licencia Social sería una noción recibida, en el sentido que aparece en un contexto internacional, e implicaría el  reconocimiento de la participación de las poblaciones locales sobre la gestión del territorio. De hecho, mis entrevistados, en sus discursos, no reivindican su derecho a conceder o negar la  licencia social, sino que sobreentienden este derecho. Sería entonces la aparición de esta noción una puerta abierta para la participación de las poblaciones locales en el conflicto minero? La ambigüedad de esta noción permite varias interpretaciones y pone en duda su potencial para convertirse en un medio de emancipación de las poblaciones locales. Se vuelve entonces pertinente el preguntarse:, ¿Como la interpretación de la noción de Licencia Social, en Cajamarca y en Moquegua, define los parámetros del conflicto materializándose como  una oportunidad o una imposición al dialogo?
            El análisis del conflicto minero en el Perú gira en torno a  la oposición entre intereses económicos/nacionales y medioambientales/locales, entendiendo que la noción de Licencia Social es ambigua y aleatoria. Sin embargo,  al analizar  el conflicto minero en Cajamarca y Moquegua a través de ésta misma noción se pone el acento en  la confrontación de intereses y estrategias de los actores. De esta manera, retomo el cuadro de Sociedad Civil – Estado – Sector privado, con el fin de analizar los antagonismos e incompatibilidades, al interior y entre estos conjuntos.
            En el primer capítulo se hace una estimación sobre las diversas, contradictorias, complementarias y paradójicas interpretaciones, de la noción de  Licencia Social en el conflicto Conga y Quellaveco, utilizando elementos de sociología de los movimientos sociales, de derecho y de gestión. Los capítulos 2 y 3 retoman estudios de caso con el fin de orientar el examen del conflicto minero hacia una reflexión sobre la participación de las poblaciones locales. Las metodologías de democracia participativa y de sociología de la acción pública son los pilares de mi análisis y permiten el desarrollo de la idea de dialogo, de consenso, entre otras tantas otras movilizadas  en esta tesis.


* Master:
Sociedades en desarrollo: recomposiciones políticas,movilidades y territorios
Institut d’Étude du Développement Économique et Social (IEDES),                                
Université Paris I Panthéon-Sorbonne – Paris- Francia



[1] El Estado central crea una compensación para las regiones que no albergan a ningún proyecto minero para evitar grandes desigualdades entre las regiones, a través de los recursos ordinarios.


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